Pasan las horas y nos preguntamos si es cierto la noticia que recibimos ayer. El fallecimiento de Alberto Limardo golpeó al ambiente bochófilo mundial, ya que era una figura conocida y reconocida mundialmente en el deporte de las bochas.
Las redes sociales, los celulares, se inundaron de mensajes de condolencias, de estupor y sorpresa también. Los torneos se fueron postergando o bajando de la cartelera, en señal de duelo y respeto por la pérdida. Y el más significativo es el argentino Sub 18 y Sub 21, ese al que Alberto iba a asistir.
Limardo partió en la provincia de Córdoba, a la que en más de una ocasión denominó “La Universidad de las Bochas”; pero su espíritu federal lo llevó a apuntalar todos los intentos de que en cada provincia donde haya un bochófilo, hubiera una federación. Y el caso más paradigmático fue el de Ushuaia, los bochófilos del sur que engalanaron las últimas competencias nacionales.
Lo conocí en octubre del ’92, cuando era Secretario de la C.A.B. que presidía Jorge Costas. Nos acompañó a Ezeiza cuando partimos con el CACU a la primera edición del Mundial de Clubes. ¿Y por qué cuento esto? Porque años después, ya presidente, cuando cada delegación partía rumbo a un mundial, Limardo decía: “misión cumplida”. Había hecho lo posible y lo imposible para que nuestros deportistas viajen a competir. Y a diferencia de otros deportes donde la lista de los que viajan arrancan con el presidente, jamás mostró egoísmo. Primeros los deportistas, luego los técnicos y finalmente, algún dirigente.
Recorrió despachos, tejió relaciones y llevó, de su mano, a las bochas ante los entes del deporte nacional más importantes. Siempre buscando el bien del deporte, no el personal.
Marcó un punto de inflexión en la dirigencia, las bochas pasaron a ser DEPORTE, y los bochófilos DEPORTISTAS. Si, así con mayúsculas. Logró la transformación del juego en deporte. Y apuntaló a los chicos, las categorías formativas; sabedor de que ahí estaba el futuro y también el déficit. Conocía mejor que ninguno que si no había renovación, no habría posibilidad de que las bochas persistan.
Tenía un estilo visionario, iba varias jugadas adelantado. Eso lo hacía muchas veces ser un incomprendido. Lo que planteaba hoy, era pensando en mañana.
En los últimos tiempos había manifestado que su gran sueño era el estadio nacional, para albergar a todas las disciplinas, porque todo lo que rueda “es bochas”. Seguramente, si cumplía ese sueño, iba a retirarse.
Podemos seguir mencionando aciertos, aunque también él reconocía los errores, las veces que las cosas no salían como se esperaba.
Se fue el número uno de la dirigencia, el que se había criado en un club y desde allí fue subiendo todos los escalones hasta llegar al lugar más alto. Por eso, sabía mejor que nadie lo que pasaba en cada estamento del deporte.
Así era Alberto Limardo, un apasionado de la dirigencia, un tipo que vivió para las bochas.