Saudades.

Atravesamos un tiempo difícil. Donde todo pasa a segundo o tercer plano. Hoy, lo único que importa es la salud. Cuidarnos y cuidar a los demás. Mostrar solidaridad y empatía. Y en este tiempo de introspección, la cabeza va y juega yendo y viniendo en el tiempo. Y ahí aparecen mis recuerdos bochófilos. Los primeros palos en el campo, con 5, 6 años. Oír hablar de las máquinas de aquel entonces. Luego en la cancha, en el club de campo La Flor del Norte. Y ahí el primer obstáculo: ser niño y querer jugar a las bochas. No eran fáciles las cosas. Las puertas no estaban abiertas como lo son hoy para las categorías formativas. Pero alguno se «sacrificaba» y jugaba conmigo y y mi papá en el clásico de los domingos; por tríos a la bolsa. Para imponerse en aquel entonces había que ser un crack o tener personalidad. Ni una ni otra tenía en aquel momento. Pasaron los años y el patio de la casa de mi abuela con dos bochas verdes torneadas en San Vicente eran mis compañía de cada siesta. Y ahí nomás, con 9 o 10 pasé a usar la cama y las bolitas para hacer torneos, llevar estadísticas y matar el tiempo. Quizás fue mi inicio periodístico, narrando juegos en solitario. Ahí nomás pasé a la Secretaría de Prensa de la Noroeste, a ser planillero en los provinciales y argentinos. Marcar bochas + o -. Llegó Rosario a mi vida. Con 18 me fui a estudiar Periodismo Deportivo y entre viaje y viaje armamos junto a Héctor Vega la revista Bochas, de edición mensual y distribución gratuita tal su slogan, la que se editaba y entregaba en todo el norte santafesino. Me vine a Mar del Plata con 21. Y mis primeros instantes y amistades llegaron de la mano de las bochas. Hubo un impase, breve, muy breve en el que me dediqué a la dirigencia y me di cuenta que no era lo mío. Hasta que llegó MundoBochas, hace unos 15 años. Por eso reviso mi línea histórica personal y al igual de lo que le pasa a ustedes, siempre hubo una bocha en mi vida…

Saudades (nostalgias) de cuarentena.

#YoMeQuedoEnCasa…