Botto me dice que la mente es clave. Formicone reafirma el concepto y habla del descanso que toma tras cada temporada porque, señalando la cabeza, el desgaste se acumula competencia tras competencia. Y esto encima es un mundial. Donde los ojos de cada país participante se posan en sus jugadores.
Que hay que tener cuidado con no dejar todas las bochas juntas o lejos de la cabecera porque te rafan el bochin al fondo y te golean. Que si arrimás cerca – a menos de 13 centímetros – juegan bocha-chico. Que tenés que jugar con tus virtudes y explotar los defectos adversarios. Pero siempre, en un ajedrez bochófilo, tenés que estar pensando que pieza va a mover el contrario. Pura táctica, pura estrategia de un juego que encima acá no practicamos.
Y si todo esto es difícil, le sumamos el tiempo. Sólo 30 segundos para jugar la bocha. O sea, ese lapso para resolver. Y partida a 12 o 45′ o 60′ dependiendo la fase en la que se juega. Y dos tarjetas para pasar a ver el juego. Y un time out o minuto por partido y antes de los últimos 15 finales.
Atrapante. Apasionante. Así lo catalogaría.