La charla surge por una consulta reglamentaria. Y se extiende. Del otro lado el amigo esboza un «no hay que miedo a los cambios, pensar que era impensado jugar con pantalones cortos, con zapatillas comunes (refiriéndose a las de todos los días)».
Termina la charla, vía WhatsApp y uno, que ha vivido desde dar un número de una vecina porque en la casa propia no había teléfono fijo, a usar los públicos con monedas o cospeles, siguiendo por el advenimiento de los celulares y las llamadas casi con monosílabos porque en un inicio era carísimo hasta llegar a la actualidad, donde estamos «en línea» con todo el mundo en fracciones de segundo. Muchos cambios en un período corto de tiempo, ¿dos décadas tal vez? O quizás un poco más.
Eso, que pasó en las telecomunicaciones (años sin usar esa palabra) también, lo de los cambios vertiginosos, rotundos, contundentes, se vivieron en las bochas.
Y la frase del santiagueño César «no hay que tenerle miedo a los cambios» retumbó en mis oídos con el tono y la impronta del recordado Alberto Limardo, quien nos dejó hace poco más de cuatro meses y la repetía, como una muletilla, cada vez que las bochas se modificaban para evolucionar; porque ese era el objetivo de cada acción, de cada idea que planteaba quien fuera presidente de la CAB entre 1994 y 2021.
Y a veces, también lo admitía, cuando los cambios no resultaban se daba una vuelta de página y se retrocedía al estado anterior.
Las bochas, la vida, los cambios…