Por Daniel Fernando Paulon
Muchos lo recuerdan por el torneo del auto. Otros por los protagonistas de la final. Otros por lo que sucedió en ese año. Como suele suceder, ante un hecho pasado, cada uno tiene un mojón en su vida que lo instala en ese momento de la línea personal.
Aquí vamos a desandar el camino de regreso hasta situarnos en aquel campeonato, que allá en 1994, entregó un auto de premio al ganador.
Contexto.
«Siempre, siempre que se hable de un hecho hay que ubicarlo en el contexto en el que se desarrolló» la frase es de mi profe Fabián y la tomé como propia. En 1994 Argentina había reformado la Constitución Nacional que tuvo como principal cambio la posibilidad de reelección presidencial y el acortamiento del mandato de 6 a 4 años. Carlos Menem gobernaba el país e iba a encaminarse a la reelección que iba a suceder al año siguiente.
En las bochas, ya se había jugado el argentino individual – siempre era en Semana Santa – y Raúl Basualdo había logrado el primer paso de otros tantos que vendrían en el futuro para transformarse en la actualidad en el más ganador de todos los tiempos. Había vencido a Juan Carlos Caballero en Oncativo en la finalísima.
A nivel dirigencial, se iba Jorge Costas y asumía la presidencia de la C.A.B. Héctor Alberto Limardo quien con 36 años se transformaba en el presidente más joven de la historia del ente rector de nuestras bochas.
La economía estaba con el 1 a 1, donde un peso valía un dólar. Domingo Cavallo era el Ministro de Economía, Obras y Servicios Públicos de la Nación Argentina. En los bolsillos laburantes, la cosa no era fácil…
Un individual por un auto.
Los bochófilos suelen tener memoria prodigiosa y Jorge Corigliani es uno de ellos. El morterense vivía y jugaba en Charata, en Italiana de la ciudad chaqueña. En uno de los tantos viajes que hacían con Roberto Mauriño, la cara visible de las bochas chaqueñas en aquel entonces y hombre respetado y valorado por todo el país bochófilo, surgió la idea de hacer un gran torneo.
Al regreso se reunieron con la directiva. Ellos iban con la idea de jugar por un automóvil usado, un buen auto para la época. Pero desde la dirigencia que encabezaba Antonio Golob le retrucaron y le redoblaron la apuesta: poner un 0 kilómetro. Y ahí nomás les preguntaron como lo iban a bancar. Corigliani – retirado hace 6 años de la práctica activa de las bochas- recuerda cuasi textualmente la frase: «las subcomisiones deben generar sus propios ingresos». Y ahí empezaron a hacer números, contando con el respaldo mutualista de la institución para adquirir la flamante unidad, un Fiat 1.
Agosto fue la fecha elegida. Los inscriptos recibían 6 bonos de 20 pesos, o sea que costaba 120 pesos/dólares dar el presente. Si tiramos un paralelo con la actualidad hablamos de 6 rifas de $ 1200 aproximadamente y un costo total de $ 7200 por cabeza para ir en busca del sueño de volverse del Chaco en 4 ruedas.
¡172 inscriptos!
La convocatoria fue arrolladora, un total de 172 jugadores se inscribieron para jugar el certamen. Pero además de la atracción de los premios hay otro secreto en tamaño número. Mauriño y compañía metían kilómetros y kilómetros todos los fines de semana para jugar en diferentes campeonatos.
Todo se desbordó y las canchas y la hotelería no daban a basto. Se jugó en donde se pudo, se hicieron hasta dos zonas por cancha y fue una maratón de partidos. Las bochas comenzaron a rodar en la siesta del sábado y las luces se apagaron en el amanecer del lunes, ¡una locura!.
¿Como hicieron? En cada cancha se llegaron a jugar dos zonas y de esos 8 jugadores uno seguía en camino. Encima era a doble pérdida, por lo que era fundamental optimizar los momentos de descanso para reservar energías hacia futuros juegos.
La final que no fue.
Quedaron tres para ir por el premio mayor: Julio «Pachin» Caballero, Carlos Alberto «Chunga» Figueroa y Luis Lazarte. Sorteron y quedó libre el «Chunga». Y la semi tuvo un momento de máxima tensión cuando tiró para partido el sancristobalense Caballero. Pegó, midieron, y por nada el bochazo no fue válido. Así que, cuando ya era lunes, el venadense Lazarte sacó el boleto para dirimir el fabuloso certamen.
La final que si fue.
Podríamos definir y graficarlo de alguna forma como que fue el partido donde se enfrentaron la bohemia y la disciplina. Representados por Figueroa y Lazarte respectivamente. El de Brinckmann aguardó el desenlace de la semifinal y el Luis llegó intacto a buscar irse en coche. Lazarte era el Pretto de ahora. Derrochaba estado físico. Podía jugar cinco, seis partidos o más por día y siempre mantenía el mismo ritmo. Para lo que no lo vieron jugar, tenía la particularidad de ir corriendo a buscar la bocha para tirar, previa mojada de pies en el centro de la cancha. Y tengamos en cuenta que jugaba mayormente de aire.
El «Chunga», en tanto, bochaba y bochaba también. Un exquisito para pegarle. Pero no había cuidado el físico para cerrar el torneo. Y lo pagó caro. Fue 15-5 el score final que determinó auto para Lazarte y moto scooter y heladera para Figueroa.
Números y más números.
Fue tan extraordinario el torneo que el club ganó aproximadamente el valor del premio mayor que era el Fiat 1, o sea, cubrieron gastos y le quedó una cifra fantástica. Si tomamos como referencia, hoy sería un torneo por un Fiat Uno Way, el más barato de plaza, con un costo de alrededor de 500 mil pesos promediando los valores de diferentes agencias. Y eso mismo le quedaría al organizador. Corrieron el riesgo pero hicieron un torneo memorable tanto en lo deportivo como en lo económico.
Anécdotas y más anécdotas.
Cada uno de los participantes y presentes debe tener una anécdota de este torneo. Una de ellas habla que un jugador pidió segundo turno. Le tocó en Hermoso Campo. Perdió y nunca abonó la inscripción. Por eso, cuando hablan de números todos coinciden en decir que jugaron 172 pero abonaron 171…
¿Se podría hacer hoy en día?
Redacto el artículo y pienso en vos alta como sería hoy un torneo con esas características. Difícil ¿no? No sé si hoy un club correría ese riesgo. O algún dirigente aventurero. En lo deportivo sería complejo ya que estando todas las máquinas muchos de segunda línea dudarían de participar.
Agradecimientos: Jorge Corigliani, Jorge Abratte, Laura Sartori, Roberto Mauriño y Asociación Italiana de Charata.