El público se renueva dice y repite la señora de los almuerzos. Es por eso que elegimos, en la previa de un nuevo fin de semana, dejarles una perlita risueña, de esas que se fueron popularizando en el ambiente bochófilo de la mano del boca a boca, esa especie de «compartir» del facebook que existía años atrás. Ahí va.
Cuando la ciudad de Mar del Plata fue sede del Sudamericano, en el año 1999, tuvimos oportunidad de compartir con el seleccionado argentino, no sólo su preparación deportiva y su participación en el mismo, sino también las sobremesas de charlas y bochas que se armaban. Ahí no se sacaban chispas, el ahora Juez Nacional Oscar Rista y Néstor Arce, más conocido como el “Nene”.
De tantas historias, verdaderas y de las otras me quedó grabada una. Contó el “Nene” que el abuelo del «Pancho» Mendieta, al igual que tantos otros inmigrantes italianos, en un barco y escapando de la guerra. Y el viaje en aquel barco, de dimensiones gigantes era difícil. No sólo por lo que dejaban y la ansiedad de lo que iban a encontrarse, sino también por las largas horas en la cubierta del mismo, matando el tiempo en altamar.
Un día, en una de esas charlas, el abuelo del «Pancho» descubre que al igual que él, en el apuro por embarcar y llevar las pocas cosas que se podían, otro italiano había cargado un juego de bochas. Se miraron y dijeron a coro: – Hagamos un partido. Buscaron las bochas y pidieron a otro gringo que haga las veces de juez en aquella extensa cubierta que tenía colocada cada veinticinco metros un teléfono para comunicarse sobre la misma.
Caballero como pocos, Don Mendieta le dio la salida a su contrincante. Se agachó el tano, tiro el bochín y entre el traqueteó de la olas del barco lo perdieron de vista. Pasaron los minutos y sonó el teléfono. Era el juez quién exclamó: – El bochín está a noventa y ocho metros. Pensó un poco el rival del abuelo del “Pancho”. Si jugarla derecho, con monta o bien doble baranda. La jugó derecho. La bocha que avanzaba dos metros, retrocedía medio (producto del oleaje que sufría el barco), hasta que se perdió de la vista de los bochófilos. Pasaron los minutos y otra vez el teléfono. El juez. Mamando, fue lo que dijo. Y ahí empezó la duda a penetrar la humanidad de Arce. O rafaba, como típico italiano o hacia honor a la patria que lo recibiría y bochaba. Pensó, pensó y llamó al juez. Voy a bochar le dijo con seguridad. Hizo los tres pasos de rigor y tiró el bochazo bien levantado. Perdieron de vista la bocha y esperaron con nervios el llamado del juez. Sonó nuevamente el teléfono. Y el juez exclamó eufórico y asombrado: – Clavada en el hoyo…
Pegaba poco el abuelo del «Pancho»…
Nota: En la publicación original, hace ya varios años, contámos que el bochador era el abuelo del «Nene» cuando realmente era del «Pancho». O sea, es la historia escrita originalmente, aunque en edición corregida.