Un bochador de aquellos…

Esta historia fue una de las primeras notas que tienen que ver con el folcklore de las bochas que se han escrito en MundoBochas, allá en nuestros inicios. Como el público se renueva, vale la pena narrarla una vez más, corregida porque en su original nos confundimos de abuelo… Ahí va la misma.

Cuando la ciudad de Mar del Plata fue sede del Sudamericano, en el año 1999, tuvimos oportunidad de compartir con el seleccionado argentino, no sólo su preparación deportiva y su participación en el mismo, sino también las sobremesas de charlas y bochas que se armaban. Ahí no se sacaban chispas, el ahora ex Juez Nacional Oscar Rista y Néstor Arce, más conocido como el “Nene”.

De tantas historias, verdaderas y de las otras me quedó grabada una. Contó el “Nene” que el abuelo del «Pancho» Mendieta vino, al igual que tantos otros inmigrantes italianos, en un barco y escapando de la guerra. Y el viaje en aquel barco, de dimensiones gigantes era difícil. No sólo por lo que dejaban y la ansiedad de lo que iban a encontrarse, sino también por las largas horas en la cubierta del mismo, matando el tiempo en altamar.

Un día, en una de esas charlas, el abuelo del ahora técnico nacional descubre que al igual que él, en el apuro por embarcar y llevar las pocas cosas que se podían, otro italiano había cargado un juego de bochas. Se miraron y dijeron a coro: – Hagamos un partido. Buscaron las bochas y pidieron a otro gringo que haga las veces de juez en aquella extensa cubierta que tenía colocada cada veinticinco metros un teléfono para comunicarse sobre la misma.

Caballero como pocos, Don Mendieta le dio la salida a su contrincante. Se agachó el tano, tiro el bochín y entre el traqueteó de la olas del barco lo perdieron de vista. Pasaron los minutos y sonó el teléfono. Era el juez quién exclamó: – El bochín está a noventa y ocho metros. Pensó un poco el rival del abuelo del “Pancho”. Si jugarla derecho, con monta o bien doble baranda. La jugó derecho. La bocha que avanzaba dos metros, retrocedía medio (producto del oleaje que sufría el barco), hasta que se perdió de la vista de los bochófilos. Pasaron los minutos y otra vez el teléfono. El juez. ¡Mamando!, fue lo que dijo. Y ahí empezó la duda a penetrar la humanidad de Mendieta. O rafaba, como típico italiano o hacia honor a la patria que lo recibiría y bochaba. Pensó, pensó y llamó al juez. Voy a bochar le dijo con seguridad. Hizo los tres pasos de rigor y tiró el bochazo bien levantado. Perdieron de vista la bocha y esperaron con nervios el llamado del juez. Sonó nuevamente el teléfono. Y el juez exclamó eufórico y asombrado: – Clavada en el hoyo…

Pegaba poco el abuelo del “Pancho” …