Ruido cruel.

Mientras camino pienso. ¿Serán 20, 22, 25 años? ¿Cuánto hace que no tiro bochazos al aire libre? Vicio periodístico el querer recordar fechas y datos. Aunque sean intrascendentes como este. Contagiado por lo que me cuenta mi amigo Mariano, quien cada tarde se tira unos palos con su padre en el patio de la casa y aprovechando la generosidad del terreno, me armo una simil cabecera. Listo, post laburo en cuarentena a intentar pegarle a las lisas y rayadas. Ricardo ya me había prestado hace un tiempo unas Vinci, que son tan buenas que hasta resisten un incendio. Sí, son sobrevivientes de un incendio las 5 bochas que me facilitaron. Y ayer no porque llovía. Y hoy dije «es el día». Y ahí salí, a intentar hacer centro. Uno a uno se fueron sucediendo los yerros, el ruido cruel de la cabecera – hecha de palets – y la desazón del no acierto. Mientras retornaba a la línea de salida recordaba frases. «Vos la tirás bien, braceas, haces los tres pasos y la largas bien bajo mano  … lástima que no le pegás» así de certero en la definición, como cuando le tocaba definir un juego, el zurdo Arístides Roldán sentenció una de sus tantas máximas bochófilas. Otra, «no sé como le pueden errar a un objeto que no se mueve», esa forma parte del bagaje de dichos del «Flecha» Clar de Olavarría, Juan Carlos, el «Loco». De las 5 fueron quedando dos, no porque haya sido «rompebochas» en mi retorno, sino porque el Negro, el más grande los canes de mi casa, se las fue llevando de a una para otro rincón del terreno. Lejos de enojarme me contenta saber que las bochas es tan lindo deporte que hasta los perros – los animales y los que somos perros jugando – quieren participar. Y de pronto, se hizo la luz, una en la panza. Éxtasis, satisfacción, pecho inflado post clavada. Y ahí los entiendo chicas y muchachos, ¡que lindo es una chanta! Y también siento que muchos nacieron para estar adentro de la cancha y nosotros, los comunicadores – incluyo a toda mi raza -, para narrar las historias. Y hablando de historia hilvano con la mía, que debe ser muy similar  la mayoría de los que llegaron hasta acá leyendo este artículo. Las bochas es como un legado que se transmite de generación en generación. Y recuerdo esta foto, la que está aquí abajo, la que encontré en plena pandemia revisando el baúl de los recuerdos. Mi abuelo Daniel de quien además heredé su nombre está a la derecha, y junto a él mis tíos; o sea, toda mi genética es bochófila, de parte de los Paulon y de los Trionfetti también, toda  gente de bochas. De ahí viene ese amor por este deporte. Un amor que ya lleva varias décadas.