Recordando a Juan Carrasco.

Por Juan Carlos Licari.

 

Para todos fue el JUANCITO, el de San Vicente, pero para la bochas en general trasuntaba un magisterio vigoroso, jamás declinante.

Una vida consustanciada con «su deporte», a la que le brindaba un cariño fraternal, que alcanzaba picos de admiración tanto de sus pares como la de los aficionados en general.

Para verificar la exactitud cronológica que la historia determina, estará ubicado en esa grilla brillante, inigualable, admirada, que nos produce nostalgia reflejando la grandeza de las bochas bellvillenses.

Apasionado hasta límites inverosímiles, una intensidad vivida cuando estaba en actividad y que ya retirado no abandonó en ningún momento.-

La seriedad, disciplina y dedicación, conformaban las cualidades salientes de una formación deportiva ejemplar, ampliamente humana, fuera de cualquier interés espurio o contraproducente que podía manchar su impecable actuar.

Consideraba a San Vicente como su segundo hogar, Institución chica pero de corazón grande, lo manifestaba a los cuatro vientos, de allí que el estadio que cobija las dos canchas lleva su nombre, una conmovedora actitud que al realizarse en vida, colmó todos los aspectos emocionales de su ser humano.-

Siempre se brindó por el espectáculo, mostrando una garra y  amor propia que lo hacía parecer como un desprolijo, pero aunque estuviese vencido, jamás se rendiría hasta que se jugara la última bocha, esto fue su distintivo personal, una auténtica marca registrada en su rico historial.

Formó equipos que representaron a la Asociación, Federación y la Confederación Argentina, logrando conquistas inolvidables, donde vivió vivencias que reproducía con un envidiable y elogioso orgullo.

El sábado 17 de julio de este año, paradojalmente el día previo al del amigo, emprendía ese viaje sin retorno, para imaginariamente juntarse en una estrella fulgurante con DON «PEPE» GHIO, EL «GRINGO» BERRA, EL «PETI» RICHARD QUINN, EL «CHICHE» MAINERO, EL «TRANCO» RIVERO, EL «COLORADO» PRATS, DON GINO MOLAYOLI, EL «NEGRO» REARTES, que le abrieron de par en par las puertas de la eternidad.