“Que el nuestro es un deporte tradicional”, “Hay que seguir jugando con la ropa blanca”, “Así no me gusta…”. Palabras más palabras menos, cuando se aprobó la reglamentación que continuó la innovación de la indumentaria deportiva, fueron muchas las voces que se alzaron en contra. Más que nada por aquella bendita manera de oponernos a los cambios por oponernos, muchas veces sin pensar en como sería esa modificación.
Por suerte la dirigencia siguió adelante con aquella idea de vestirnos como deportistas que se había iniciado con la aprobación de la indumentaria de color, las publicidades y menos formalismos en cuanto a cuello si o cuello no en la chomba o remera. Eso sí, siempre quedó claro que en equipos se buscaría la uniformidad. Lógico, sino sería un cambalache de colores.
Pero enfocándonos en los pantalones cortos, aquellos que tanto dieron que hablar, terminaron imponiéndose. No sólo por una cuestión de temperaturas, sabiendo que las regiones donde más se juega el calor apremia en la temporada primavera-verano; sino que se terminaron consolidando por comodidad. Y si uno lo mira de afuera, sirve para que las bochas vayan rompiendo viejos estigmas que nos han quedado marcados en la opinión pública tales como “juego de viejos”, “juego de boliche”, etc. Esto contribuye, sin dudas, a seguir avanzando.
Por eso los cortos, que quedan bien, han llegado para quedarse.