Andando caminos bochófilos uno va conociendo historias. Esta nos la contó el amigo “Toti” Huais en Bell Ville, cuando viajamos al Armando Ferrari. Ernesto Zamparo era de baja estatura, enano como habitualmente los llamamos. Contaba el personaje en cuestión que una vez estaba jugando un torneo en Venado Tuerto y que justo se dio una jugada de arrastre de chico, en la época que la medida era de 100 centímetros y no de 70 como ahora. Dele buscar y buscar la medida para ver si la jugada era válida o no; y ante la no aparición de la misma, este muchacho les dijo “Lo mido yo”, y se tiró en el piso colocando los pies en la raya de arranque del bochin y viendo donde había parado para ver si tenía validez o no. Los rivales y compañeron, contó, lo miraban atónito.
Otra. El abuelo de “Toti” era sastre. Entonces un día lo visitó Zamparo y le pidió unas bombachas de campo a medida. Lo subió arriba del mostrador, le tomó las medidas y le dijo: “en una semana está”. ¿Cuánto va a costar? consultó el cliente. “Son 20 pesos” dijo el confeccionista.
Pasó la semana y el comprador volvió al negocio. Se probó la prenda, se la dejó puesta y le dijo: “Me va bien, tome los 5 pesos que salían”. “Eh…-dijo el abuelo de Huais- son 20 pesos, no 5”. “Yo te doy 5 o nada – le retrucó – sino te la dejo y me voy”. Obviamente que el tendero agarró viaje por más que era mucha menos plata la que iba a cobrar; sino a quien le iba a vender las bombachas…
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