El cura bochador.

Debe ser el único caso en el mundo. O al menos en esta parte del globo terráqueo. No hay antecedentes de que un sacerdote, una persona consagrada a Dios, haya jugado oficialmente a las bochas.

Nacido y criado en el norte santafesino, Santiago Chiaraviglio supo combinar el sacerdocio, la docencia y también ese amor que tuvo, desde chico, con las lisas y rayadas allá en el campo, donde transcurrió los primeros años de vida.

En Tucumán encontró el lugar donde llevó adelante su vocación. Y hablar del “Jardín de la República” en bochas es hablar del gran Mario Giri. Con él charlamos, en una mañana hace un tiempo atrás, pidiéndole que nos cuente del cura bochador.

“El estaba en el Colegio Belgrano – comienza diciendo con inconfundible tonada tucumana el excepcional puntero – que formaba parte del colegio salesiano. Ahí había dos canchas y una secretaría. La entrada estaba por calle Ayacucho, en el centro de Tucumán”.

Sobre su despliegue en el rectángulo de juego y sus características, Mario nos decía que “Era zurdo, tenía una voz medio chillona. Nosotros éramos pibitos cuando jugábamos contra él. Se iba caminando con la sotana, la agarraba, se la tiraba para un costado y salía a bochar. Era de tirar rápido. (En plena charla este periodista le comenta que debía ser un estilo “Chuda”, ya que el rosarino agarra la bocha y sale). Y cuando erraba un bochazo miraba para arriba y decía “Hay…”.

“Jugaba de bochador – prosigue –  era esos jugadores que como en Santa Fé juegan bien, algunos juegan mejor que otros”.

También Giri nos cuenta que recuerda que “El era un moderador dentro del colegio donde estaba a cargo. Ha sido una institución porque él coordinaba todo. Tenía carácter fuerte, imperativo, pero se hacía querer, era muy dedicado”.

Algo personal.

Desde que recuerdo en mi casa se hablaba del cura Chiaraviglio. Me cuenta mi padre que cada vez que retornaba a La Flor del Norte, ese paraje rural cercano a Ceres, visitaba a mi abuelo Daniel. Charlaban de todo y por supuesto, en cada vuelta al pago, jugaba a las bochas. Los Chiaraviglio, los Paulon, los Barbero, los Manassero, son apellido de esa región que labraban la tierra, criaban ganado y por supuesto, gustaban de las bochas.