Recorríamos las calles en bicicleta. Ejercicio y charla formaban parte de una rutina que mayormente llevábamos a cabo por las tardes, en esa especie de oficina móvil; en épocas en que el celu y la compu no formaban parte de la vida cotidiana como lo son hoy. El proyecto de nuestra Revista Bochas, de edición mensual y distribución gratuita, era una realidad. Y junto al amigo Héctor Vega, en la primera curva de los ’90 nos íbamos ganando un espacio en el periodismo bochófilo.
Siempre tengo presente la nostalgia por aquellos tiempos; que eran bastante difíciles. Y no es porque ahora sean fáciles ni mucho menos. Hago referencia más que nada a que cuando uno comienza un proyecto, una idea, un objetivo; hasta verlo plasmado y reflejado en el papel – en este caso – se va encontrando con obstáculos, algunas dudas y muchas certezas también. Y si el camino se hace de a dos siempre es mejor. Y si tu compañero tiene la dosis necesaria de humor y optimismo, aún más.
Así entre pedaleo y pedaleo íbamos diseñando notas, secciones, reportajes y coberturas. Yo con mis 21 y todas las ganas. Vega con medio siglo de vida transitando y con mucha experiencia para compartir.
Si había que ir a Selva o Tostado a grabar la historia de los clubes se iba a dedo; medio de transporte con el que también desandábamos los 17 kilómetros que nos separaban de Hersilia, donde funcionaba la imprenta editora de nuestra publicación.
“Las tengo todas guardadas” me contó el “flaco” Juan Carlos Caballero minutos después de coronarse campeón argentino en Mar del Plata, en 2006, hace una década. Y en esos momentos la vuelta atrás de la línea histórica permitía ver la importancia del producto que hacíamos. Al que además de ganas le poníamos todo el profesionalismo posible.
Para el primer aniversario organizamos una fiesta para distinguir a todos los destacados de la Noroeste. Los amigos cocinaban y servían, dando una mano desinteresadamente; como se hace cuando el lazo amistoso viene acompañado del correr de los años.
Siento que uno es una esponja, que va absorbiendo lo que escucha, ve, siente. Y algunas frases te quedan marcadas, grabadas para siempre. Y cuando de momentos e instantes se trataba, esos que uno debía aguardar para conocer el desenlace de una situación, el amigo siempre repetía su expresión de cabecera: “el tiempo será el único testigo y juez de los acontecimientos”.
Y así es. Ayer, hoy y siempre.