Apuntes de una noche de insomnio XIV : 02:27, 1995, 2015.

02:27. Ese número mostró la pantalla del celu. Inmediatamente la matemática me llevó a sacar cuentas. 6 –hora en que va a sonar la alarma – menos 2 y media dan tres horas y media más de descanso. Vuelta de cuerpo, apuntando a la ventana y una especie de orden: “dormite ya!”.

Obviamente que no sucedió. Azarosamente apareció como una diapositiva el año 1995, el de mi venida a Mar del Plata desde mi Ceres natal. Y pegadita nomás, el nacional de tríos que se organizó en la Noroeste ese mismo año, en noviembre, cuando yo me debatía entre quedarme en “La Feliz” o pegar la vuelta al pago.

Ese campeonato, informativamente hablando, lo habíamos soñado junto a los amigos de “Presencia Bochófila”, la dupla Vega-Ramallo. La idea era tener flashes el domingo por la matina, día de la final, narrando todo lo que pasaba. Ubiquémonos en tiempo y espacio. No había muchas más alternativas, toda la parte cibernética, le hablo más que nada a los nativos digitales, aún no existía.

Regresar implicaba un alto costo económico. Entonces, los amigos agudizaron el ingenio y sacaron cuentas. Si les sacábamos la foto a las delegaciones en el desfile inaugural, se podía juntar el dinero para la ida y vuelta de este escriba. Y el sueño se concretaría.

El torneo culminó con la consagración del Chaco, de la mano de Walter Antonelli, Roberto Mauriño y Jorge Corigliani, con Capra como relevo. No recuerdo el otro finalista, me rehúso a ir al archivo – y menos a esta hora – para encontrarlo. Así que queda pendiente. Lo que si tengo bien presente en la memoria fue la nota con los ganadores, para el cable local, donde exponían la satisfacción por el título y el recuerdo de un familiar que ya no estaba entre ellos en el caso de la punta del equipo chaqueño.

La vuelta fue difícil. Las raíces tiraban de mi humanidad y prácticamente me tuvieron que subir al micro para que retorne a la costa atlántica.

Este año, dos décadas después, volveré al punto de partida, mi Ceres de Santa Fé. La ocasión será el nacional de las tres especialidades, y también festejar en el suelo donde aprendí la mayoría de las cosas que vuelco en MundoBochas, los primeros diez años de vida de este diario digital informativo. Sé que ya están trabajando duro para hacer el mejor torneo posible. Sé que también van a homenajear a dos campeonísimos. Esto es extraoficial, pero en breve se anunciará. Me encantan los homenajes en vida. Me encanta que la familia, los amigos, en fin, todos disfruten del reconocimiento.

Faltan siete meses y en la quietud de la noche pienso en ese viaje. Será igual y distinto al de hace 20 años atrás. La pasión sigue intacta, como cuando me pasaba tardes de invierno tirando bochazos con mis bochitas de madera. Soñaba hazañas y títulos que hoy escribo. Y pienso también, que mi vida y las bochas son como la ruta y las vías del ferrocarril. Van juntas, caminando a la par y siendo testigos, una y otra vez, de momentos únicos, inolvidables. El de octubre, sin dudas, será uno más de ellos.