«Las bochas son un deporte familiar». «Se transmite de generación en generación». Esa y muchas frases se escuchan habitualmente en nuestro deporte. Y son las mismas que usamos, en más de una ocasión, para contarles a aquellos que no conocen lo que es el mundo bochófilo.
Este nacional, esta fiesta que disfruta la categoría más poblada de la C.A.B. da claros ejemplos de ellos. Empezamos a amar este «árbol genealógico».
Los correntinos de Bella Vista vinieron con los Molina. Roberto es hermano de Carlos Horacio mientras que este último es padre de Horacio Carlos. «Si no lo acompaño yo…» desliza en broma Eduardo Ariel en la mesa misionera mientras de reojo lo escucha su padre, Eduardo Antonio. Hoy compartirán equipo defendiendo la casaca de la tierra colorada.
Matías es hijo de Víctor. Ellos son los Berra de San Luis. También hoy con la misma camiseta. De los pagos de don Cipriano Castelli – el bochófilo federado más longevo del mundo – han llegado los Crippa: Gastón es hijo de Ariel.
En Chaco el parentesco está fuera de la baranda. Los Pedroza son primos hermanos. Miguel vino de Delegado y Ricardo de Director Técnico.
En la Metropolitana hay dos Leiva, Ezequiel y Elías; este último es el más joven de toda la plantilla de Cólon con sólo 14 años (en la imagen de portada entrega la plaqueta de la C.A.B. a la asociación local). Pero no son parientes. «Hay 6 Leiva en la Metro» nos cuentan. Y añaden, «pero nosotros dos somos de dos familias distintas».
Y por último, en esta demostración de lazos sanguíneos bochófilos, Mendoza nos trajo un doblete. Por un lado los Oro, Dardo y Rolando que son hermanos. Y por el otro los Garau. Lúcas juega y Rubén dirige.
Así son las bochas amigos. Bien de familia, bien nuestras.