Contrastes.

Bahía espera una temporada 2023 impresionante. Con figuras foráneas e importadas como en las épocas más gloriosas de la más antigua de las competencias. Y nos ilusionamos todos con vivir una final ao vivo (gracias a la impecable tarea de Tiempo de Bochas, producto tradicional del colega y amigo Diego López) como lo fue en tríos el clásico Olimpia – Barrio Hospital del cierre de 2022.

Pero – y cuando hay un pero en el medio algo nos deja pensando– este año en una de las capitales bochófilas del país podrían no participar 6 o 7 clubes de la competencia liguista. Y uno posa la mirada en Bahía Blanca como lo podría hacer en diferentes lugares del país donde el esfuerzo dirigencial es titánico para mantener la actividad de pie.

Y aquí hago una separación – no grieta, separación nomás, entiéndase bien por favor – entre ciudades densamente pobladas y las más pequeñas o pueblos. Cuesta, cuesta mucho en todos lados, pero pareciera que en las grandes urbes es más complejo mantener la disciplina. ¿Será por qué hay mayor oferta de actividades? ¿Será que las distancias, los tiempos que lleva practicar las bochas sean socialmente contrarios al ritmo de vida? Y respondo esta última pregunta trazando un paralelo con, por ejemplo, una hora de paddle, una hora de papi fútbol. Es una hora, más llegar al complejo deportivo. En bochas necesitás el doble o el triple de tiempo.

Y por otro lado, desde la C.A.B. los guarismos dan que se ha mantenido y hasta incrementado el número de jugadores federados. Y tenemos los logros deportivos en el mundo bochófilo con medallas, grandes actuaciones y jugadores de exportación.

Como en la vida misma, en las bochas también hay contrastes. Y dejo una pregunta para el cierre, a la cual no me atrevo a teorizarle una respuesta en estos tiempos: ¿cómo será la vida de las bochas dentro de 10 años?