Volver. En primera persona.

Siempre vuelvo. Ceres es mi origen y mi lugar, parafraseando a Horacio Banegas. Me gusta volver, me gusta caminar al menos una vez al año las calles que me conectan con mi infancia, mi adolescencia, con mis 18 años en suelo ceresino. Y también, Ceres es mi cuna bochófila. Allí aprendí a querer a este deporte, ahí escuché hablar de los grandes de antaño, fue mi escuela bochófila.

Si bien todas las vueltas tienen un encanto particular, esta tuvo un cúmulo de sensaciones inolvidables. Era el reencuentro del equipo del ’92, aquel que disputó el 1º Mundial de Bochas por Clubes en Ancona, Italia. Pasaron 30 años para reeditar la foto, aquella foto en tierra italiana, este fin de semana, la hicimos en el mismísimo CACU.

Y también, además de todo esto, en lo personal era llevar mi historia, mis vivencias de aquella copa mundialista a la que asistí con tan sólo 18 años. La publicación – pronto la subiremos en MundoBochas – de aquella epopeya contada en primera persona, tratando de brindar un aporte a la historia de mi terruño del que considero fue uno de los acontecimientos deportivos históricos más importantes  de la región.

Pero no estuve sólo en esta cruzada, hubo muchas complicidades. El «Campeón» Oscar Camusso le puso el prólogo. De movida aceptó el convite. Como también lo hizo el árbitro internacional Fabián Delgado quien fue el corrector de la novela. Y mi hijo mayor – que tiene un año menos que MundoBochas – fue quien aportó el dibujo de la tapa. Y el Gobierno de la Ciudad de Ceres también brindó su apoyo para llevar al papel las palabras. Y la familia, siempre la familia, estuvo detrás de todo. Yo, yo sólo tuve que escribir. Así es más fácil. Entonces, «A Italia en Bicicleta» hoy anda dando vueltas por ahí, recordando y reviviendo en detalles la travesía de llegar a Italia hace tres décadas.

Por lo vivido, uno se da cuenta que va aprendiendo con los años que la vida se nutre de momentos, de instantes. Algo que sabemos en la teoría pero que por la vorágine cotidiana se hace difícil de poner en práctica.
Y de esos, de los inolvidables, de los que reconfortan el alma me traje el bolso lleno. Algunos quedaron reflejados en fotos, todos en el corazón…
Poe eso, esta no fue una vuelta más, fue quizás una de las más significativas por diferentes motivos, esos que me llevan a repetir la inolvidable frase de la película Caballos Salvajes, «la puta que vale la pena estar vivo».
¡Salute!